“Ha pasado un año y no vemos ningún paso importante. Nadie ha sido
arrestado”, señaló Tahir Elci, de la Asociación de Abogados de
Diyarbakir, que reúne a más de 800 defensores en esa ciudad de mayoría
kurda. “Habitualmente, los fiscales y otras autoridades protegen a los
perpetradores, y las víctimas afrontan muchas barreras cuando intentan
hacer justicia”, dijo Elci. “Aun si los responsables no son castigados,
es muy importante que los familiares de las víctimas conozcan la
verdad”.
El 28 de diciembre de 2011, la fuerza aérea turca bombardeó a un
grupo de aldeanos kurdos que contrabandeaban azúcar, combustible y
cigarrillos desde el Kurdistán iraquí a través de una bien conocida ruta
de comercio.
En base a imágenes captadas por aviones no tripulados, Turquía habría
confundido a los traficantes con combatientes del proscrito Partido de
los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado una organización
terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros.
Había 17 niños entre las víctimas del bombardeo, que pasó a ser
conocido como la masacre de Uludere o Roboski, según el nombre turco o
kurdo respectivamente de la aldea en que ocurrió.
En enero de 2012, el gobierno creó una comisión para analizar lo
ocurrido, pero esta todavía no ha presentado sus conclusiones. La
oficina del fiscal de Diyarbakir, que tiene a cargo una investigación
penal sobre la matanza, nunca completó su trabajo.
“La falta de progresos en todo un año en todas las investigaciones
sobre el incidente en Uludere es muy preocupante, porque coincide con la
renuencia general de las autoridades a dar cuentas ante el público por
el mal accionar del gobierno”, señaló en una declaración Emma
Sinclair-Webb, investigadora sobre Turquía en la organización
internacional Human Rights Watch.
“Hacer responsables a las autoridades del Estado que mataron civiles
es crucial para mantener la democracia y el imperio de la ley”, subrayó.
El asesinato de tres activistas kurdos por los derechos humanos,
incluyendo a un cofundador del PKK, es mes en París, también llamó la
atención internacional sobre la lucha de esa minoría étnica en Turquía.
Analistas opinaron que los asesinatos, a los que la policía local
calificó de ejecuciones profesionales, habrían tenido el propósito de
hacer fracasar un eventual acuerdo de paz que negocian desde enero de
2012 el primer ministro Tayyip Erdogan y el encarcelado líder del PKK,
Abdalá Ocalan.
El pueblo kurdo rondaría en total los 55 millones de personas, repartidas en Turquía, Irán, Iraq y Siria.
Umut Suvari es miembro del directorio del concejo municipal de
Diyarbakir y fundador de la Asociación Jóvenes y Cambio, que capacita y
apoya a kurdos. Explicó que la nueva generación de kurdos está adoptando una postura
más radical que la de sus padres, debido a la creciente presión sobre su
comunidad.
Grupos de derechos humanos estiman que el gobierno turco arrestó a
miles de ciudadanos kurdos en los últimos años, incluyendo alcaldes,
académicos y abogados.
Muchos son investigados por supuestos vínculos con la Unión de
Comunidades del Kurdistán, un grupo de la sociedad civil que el gobierno
considera el ala civil del PKK.
En 2012, Turquía encarceló a más periodistas que cualquier otro país
del mundo. La mayoría de esos reporteros eran kurdos, acusados de
delitos relacionados con terrorismo.
Según el Comité para la Protección de los Periodistas, “la
generalidad de los códigos y estatutos penales permitió que las
autoridades turcas confundieran la cobertura (periodística) sobre grupos
prohibidos y la investigación de temas sensibles con un abierto
terrorismo”.
La enseñanza de la lengua kurda solo fue introducida en las escuelas
públicas turcas como una materia opcional a comienzos de este año.
Antes, a los estudiantes de esa minoría étnica se les prohibía hablar su
lengua madre.
“Ya no se preocupan. Se unen a manifestaciones sabiendo que van a ser
detenidos”, dijo Suvari a IPS desde su oficina en Diyarbakir, en
referencia a los jóvenes kurdos.
“Le estamos enseñando algo diferente aquí. Pueden ver cuán poderosos
son cuando se involucran. Cuando se les da una oportunidad, hacen
grandes cosas”, añadió.
El activista kurdo Emrah Ucar, de 28 años, fue criado en Diyarbakir,
pero nunca aprendió a hablar la lengua de su familia. A pesar de eso,
dice que haber crecido en esa ciudad le permitió tener una gran
conciencia política a edad muy temprana.
“Habría sido diferente si hubiera crecido en Estambul, pero crecí en
Diyarbakir y fui testigo de muchas cosas”, dijo Ucar a IPS. “No tenemos
miedo de perder nada, porque muchos familiares y amigos ya están en
prisión”.
Ucar ayudó a organizar un encuentro en Estambul a fines de diciembre
para recordar el primer aniversario de la matanza de Roboski. Decenas de
intelectuales y artistas se hicieron presentes, y el mitin fue
transmitido en vivo por Internet.
“Para entender a Roboski, hay que entender la historia. Los kurdos
han sido sistemáticamente asesinados desde la creación de la República
(turca). No tienes que ser guerrillero para morir a manos del Estado
turco. La cuestión kurda no comenzó con el PKK”, señaló.