Francisco Frutos
Empezaré con una afirmación clara, que no admita dudas: el papel de la
izquierda catalana, y del PSC en el centro social liberal, es, sencillamente,
subsidiario del nacionalismo, por no decir servil a éste, sin nada propio que
defender en serio. Y la no catalana a veces lo parece. Al final del artículo
volveré al asunto. Primero desarrollaré algunas reflexiones como aportación para
aclarar el tema.
El nacionalismo, en su génesis, es una reacción del mundo más rural y
primitivo frente al desarrollo urbano, técnico, laboral y social. Es un
sentimiento que recoge lo más primario de la sociedad rural, sea en el plano
económico, social o religioso. Una especie de nueva fe, que arranca de la vieja
superstición y se convierte en un sentido colectivo, que no tiene ninguna
necesidad de elaboración política, intelectual o teórica. Por ello se va al
pasado glorioso de un pueblo y de un pasado inexistentes y se convierten las
luchas históricas por el poder (1714, e incluso, a veces, los asaltos fascistas
al Estado como en 1936-39) en luchas contra un pueblo ancestral, que goza de un
pensamiento único, macizo y eterno, sin clases ni intereses antagónicos, y se
denuncia, deformando y manipulando los datos históricos, que hay un ente
superior, España, que arrebata a Catalunya su raíz, su historia, su
independencia, y su cartera.
Parece extraño que estas sandeces puedan ser creídas y, sobre todo, ser
seguidas por alguien mínimamente documentado, pero lo son porque evitan el
engorro de pensar, señalan a un enemigo fácil de satanizar, y evitan
comprometerse en denunciar y luchar contra todo lo que el capital -catalán,
español e internacional- te quita en un momento de crisis aguda de su régimen,
con tal de recuperar su tasa de ganancias a costa de los derechos laborales,
sociales y políticos de la mayoría trabajadora. Y todo ello sin introducir un
solo cambio estructural en el funcionamiento de un sistema fracasado, incapaz de
crear un consenso social basado en el bienestar posible compartido por toda la
sociedad, iniciando al mismo tiempo el proceso imprescindible para acabar con
las principales lacras que producen tan graves problemas sociales, dramas, e
incluso tragedias, en la existencia, a veces subsistencia, de amplios sectores
de la población.
Así ésta, más alienada todavía que de costumbre, y absorta en una especie de
liberación milagrosa del empobrecimiento causado por la España que nos roba, ve
con alegría y fiesta colectiva de farolillos y banderitas en las calles, cómo
desde la frontera francesa, y más allá, hasta Alcanar, y más allá, el pueblo
catalán sale a la calle como una sola persona. Ni Jaume I el Conqueridor podía
soñar que los catalanes, a pesar de estar oprimidos cual colonia, pudiéramos ser
ejemplo para todos los pueblos mediterráneos y para el mundo.
Repito, así no se tiene que pensar en cuáles son las clases poseedoras y
detentadoras de las grandes riquezas en Catalunya, en el conjunto de España, en
Europa y en el mundo y cómo y a costa de quién han acumulado sus riquezas. Así
se puede prescindir de analizar a fondo las políticas y las consecuencias de
estas políticas en 23 años de nacionalismo pujolista, pactadas con el PP o el
PSOE, daba igual, con tal de mantener intactas las estructuras del verdadero
poder, el económico y financiero, y las leyes pertinentes que lo garanticen; así
tampoco importaba quién y cómo se mandaba en Europa, ya que el europeísmo del
capital, que no tiene nada que ver con los pueblos, no admite análisis ni
pejiguerías de clase, sólo cabe subordinarse a él. Y así, los jefes
independentistas catalanes, de viejo y nuevo cuño, haciendo una pirueta para
engañar al respetable, pueden decir con desenfado que continuaremos en Europa
pues saben que la Europa que hay y que ellos defienden, entregada a EEUU en
todo, incluidas las guerras, no tiene nada que ver con la Europa de los pueblos,
en el sentido popular, social y democrático que defendemos los que no hemos
renunciado a nuestras ideas y convicciones de izquierdas, al cambio social y a
la paz.
Pero además es necesario aclarar algo. Para mí lo más importante en este
debate tramposo, no es discutir si una Catalunya independiente está o no en la
UE, pierde subvenciones, o sus bancos tienen que hacer piruetas. Esto lo creo
secundario y me importa poco ante el fundamental, principal y grave problema que
acarrearía la secesión de Catalunya, que es, sencillamente, la ruptura de
experiencias históricas compartidas, de lazos humanos, sociales y políticos que
nos unen, de resistencias y luchas que nos hicieron compartir solidariamente los
avances y retrocesos, los sufrimientos y las derrotas, para no rendirnos ante
las adversidades y continuar. Que en vez de contribuir a fortalecer y
universalizar nuestros patrimonio común para ir construyendo en Europa y el
mundo sólidos referentes anticapitalistas, democráticos y solidarios, se
contribuya a dividir, enfrentar y fragmentar aún más el mundo de los y las que
con su esfuerzo lo hacen rodar, es para mi un delito moral y político. No me
gustan las Padanias de la Liga del Norte en Italia, ni los mini estados que como
Estonia, Letonia y Lituania, derrumban los monumentos al Ejército Rojo que les
liberó de los nazis y elevan en su lugar monumentos a sus nazis, a los que
fueron aliados de la Alemania de Hitler. Estados que corrieron inmediatamente a
felicitar a los independentistas catalanes por su “éxito” de la cadena.
En resumen, se está creando un imaginario en Catalunya, formado por creencias
místicas en una personalidad histórica y actual irreal, en una manipulación soez
de quién roba a quién, en la promesa de una Catalunya libre, soberana, rica y
feliz, que será en Europa el ejemplo a seguir. Los responsables de todo ello,
capaces de multiplicar cifras de participación en marchas y cadenas, están
activando una bomba de relojería, algunos de cuyos resultados ya se están
viendo, para quien quiera contemplarlos con serenidad y sin alarmismos, pero
tampoco obviándolos alegremente.
En lo que atañe a nuestra responsabilidad, las direcciones del PCE, y sobre
todo de IU, deberían haber actuado hace tiempo de otra manera a como lo han
hecho y no repitiendo viejas y vacías consignas sobre el derecho de
autodeterminación, fuera del contexto histórico en que fueron pronunciadas y
erráticas en la definición de los sujetos que sustentan este derecho. Nunca es
tarde si se dejan retóricas justificatorias y se va a lo esencial: un estado
federal republicano orientado al socialismo, radicalmente defensor de la
diversidad cultural y lingüística de sus partes, que pasa ahora por una Tercera
República, sucesora de una monarquía caducada y desprestigiada.
Internacionalismo y no nacionalismo.